La delincuencia en España ha sido y sigue siendo un tema recurrente en cualquier tertulia, principalmente a la vista de casos más o menos notorios que crean alarma social.
Independientemente de los casos más morbosos en los que resultan implicados menores, ya sea como autores o como víctimas, el mayor motivo de preocupación es la sensación de impunidad ante el elevado número de delitos, sobre todo contra el patrimonio y los robos en particular, circunstancia que nos toca muy de cerca a los peritos.
En términos generales, la delincuencia como tal es entendida como aquellos actos fuera de la Ley que cometen personas marginales y con pocos recursos, tanto económicos como culturales.
A la vista de diversos estudios y estadísticas, el resultado no puede ser más sorprendente, resultando España con unos índices de delincuencia inferiores a la media europea, incluso por debajo de países como Alemania, Inglaterra o Francia.
Si bien es cierto que la gran mayoría de los delitos son causados por una tipología de personas concreta que daría lugar a establecer un paralelismo entre necesidad/delito, aunque no de forma categórica, igualmente las clases más poderosas cometen actos punitivos, aunque más relacionados con desfalcos empresariales, blanqueo de dinero y hechos similares en los que se requiere otra “especialización”.
En cuanto a la delincuencia juvenil, que resulta inferior a la sensación de inseguridad que percibe el ciudadano, en parte viene motivada por la existencia de bandas, muchas veces de origen latino, como respuesta a las diferencias sociales, a la necesidad de pertenecer a un grupo y, últimamente, al paro y descontento existente como forma de socializar el joven con el único entorno conocido.
Al igual ocurre con los delitos sexuales, siendo la percepción de los ciudadanos que es mucho mayor el número de delitos que los que realmente suceden (o se denuncian).
En cuanto a la población extranjera, resultan esclarecedores los datos de criminalidad, si bien habría que distinguir entre lo que serían retenciones a causa de ilegalidad de su estancia en España y los delitos penales.
Estamos en un país, considero de forma personal, que es muy fácilmente vulnerable a lo que pasa en la calle, a las noticias del vecino, a los chascarrillos de bar y de mercado, por lo que cada suceso fuera de lo normal es comentado y agigantado, ayudado por los medios de comunicación, creando un desasosiego que genera de forma creciente la sensación de impunidad ante los delitos y el aumento de delincuentes.
Como resumen, entiendo que si bien los robos siempre nos parecen numerosos, nos encontraríamos dentro o por debajo de los parámetros de nuestros vecinos europeos, lo que no quiere decir que estemos satisfechos, pero sí situarlo en su justo contexto.
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